martes, 13 de mayo de 2014

Diálogo con los fantasmas.




Las casas abandonadas siempre me provocan un escalofriante repeluco. Yo no creo en los fantasmas. Nunca he creído. No creo que nadie se moleste en volver del otro lado para hacer ruidos en los armarios o caminar en los desvanes. Pero tengo una imaginación muy productiva y nada la excita más que una casa abandonada. Supongo que no soy el único. La gente de White Spider Project debieron pensar lo mismo cuando se propusieron hacer Memorias Flotantes.

Memorias Flotantes es una exposición colectiva que se inauguró el pasado jueves 8 de mayo en Mazatlan 150. Se trata de intervenir diferentes espacios de una casa abandonada y dialogar con las ausencias de los inquilinos originales a través de los objetos que dejaron. Cada uno de los 15 artistas participantes tomaron diferentes espacios y objetos para establecer este coloquio con los fantasmas. Las propuestas fueron del performance a la instalación pasando por muestras más o menos convencionales. Todas con puntos de vista muy diversos. 

Las que recuerdo con más nitidez son las de AryErembergMateo Pizarro y Juan Caloca




Ary Eremberg propone la video instalación – perdón si el gif se tarda en cargar. En un rincón oscuro de la casa, Ary pone a dialogar a dos huecos en la pared y se pregunta: qué pasaría si las paredes fueran líquidas, si debajo de la delgada capa de estuco hubiese un mar. Si cada hueco que va quedando en la pared fuera un cenote que permite la entrada, al menos para mirar, a ese trasmundo acuático. La obra de Ary me cautivó desde la primera hojeada. 



Mateo Pizarro, nos propone una serie de dibujos realistas hechos a lápiz. Los dibujos estaban perfectamente realizados. Pero, lo que llamó mi atención fue su fina ironía. Más allá de recrearse puramente en el dibujo Mateo lo usa para contar algo: un guiño a al espectador. No pude sino sonreír y devolver la mirada. 
















Juan Caloca propuso una instalación de los camisones colgando de las aspas en movimiento de tres ventiladores. Desde que entré, no pude dejar de mirar el vuelo de los saltos de cama, flotando en el aíre, como traídos de otra época. El juego entre las prendas nocturnas de colores cursis y líneas ñoñas, asociado a todas nuestras imágenes de fantasmas asustadores y vivos asustados en pijama, me hizo pensar en la dueña de aquellas prendas. Al principio, me resistí a invadir el espacio que ocupaban, temeroso de profanar su vuelo; cuando por fín me atreví, pude volar con ellas: todas las mujeres que esta obra convocó en mi imaginación desde la memoria. 

Como les decía: no creo en los fantasmas. Nunca he creído a pesar de los muchos que atesoro y de lo que me gusta convocarlos . Mis fantasmas no gritan al oído ni tienen la manía de echarte aliento gélido en la nuca. Mis fantasmas, como los de Memorias Flotantes, solo vienen a dialogar de lo que pudo haber sido.

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